Carta de despedida a mi amigo Paco Santiago

Querido Paco:

Sé que te debía una charla. Pero me da vergüenza a estas alturas. Es como cuando te envían un Whatsapp y no contestas porque estás ocupado; y cuando te das cuenta, han pasado varios días. Si contestas, no puedes poner excusa porque cualquiera parece mentira. Y si no contestas, empeoras más la situación.

Han pasado muchos años desde que te fuiste. Ni siquiera has vivido la pandemia. Oh, Paco, la de bromas y chistes que habrías hecho. Te lo habrías pasado en grande riéndote de la situación.

¿Y por qué te hablo ahora? Pues porque hoy, revisando los CD y DVD viejos que tenía aquí he encontrado una joya enterrada entre montañas de basura tecnológica. Un DVD con su menú y todo. En él estaba el programa de la televisión de La Línea Como han pasado los años dedicado a los cines y teatros de esta ciudad, y que con maestría narraste tú.

Y he de confesarte que escuchar la introducción en la voz de Julio Iglesias sabiendo que la siguiente que escucharía sería la tuya, me ha causado un pellizco en el corazón. Porque no ha sido en el estómago, Paco, ha sido en el corazón.

¿Y sabes qué? He copiado directamente el DVD en el disco duro esperando que por favor no estuviera tan rayado como los demás y pudiera tenerlo íntegro. Pero, digamos la verdad, lo he hecho como una excusa para no enfrentarme a él. 

Porque duele, Paco. Duele mucho.

Y duele porque nunca nos han explicado lo que significa la frase "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". La repetimos y la repetimos hasta que se nos seca la boca. Y ya suena como una retahíla, como una cantinela. Suena a lo que se repite en las Iglesias, que la mayoría no sabe lo que significa. Suena como el martillo neumático del obrero que intenta arreglar la calle. Suena a campanas un domingo por la mañana cuando lo único que quieres es dormir.

No sabemos lo que significa porque no sabemos sentirlo. No podemos expresar esa serie de palabras en un sentimiento. No se puede sencillamente hasta que lo vives. 

Yo he tenido la suerte de no tener que experimentarlo... hasta que te fuiste tú. Y no lo digo porque no haya querido a nadie o porque no haya perdido a nadie. Por desgracia me han ocurrido ambas cosas, como a todos. He querido a mucha gente que se me ha ido. La mayoría familiares cercanos. Pero no me ha llegado la angustia de tener que sentir en mis carnes lo que significa esa frase porque a toda esa gente la disfruté todo lo que pude, pasé todo el tiempo que pude con ellos y me lo pasé en grande. Y cuando se fueron, estaba en paz conmigo mismo y con ellos porque sentía que todo lo que podía haber hecho, lo hice.

El ejemplo más grande fueron mis abuelos. Los disfruté todo lo que pude y más. Con mi abuela Antonia me quedaba en casa tomándonos nuestro café mientras mis padres tenían que irse a hacer algo. O simplemente cuando no tenía ganas de salir. Y saber que ambos estábamos ahí aunque yo estuviera en el ordenador, era reconfortante.

Y como esas, muchas. 

Pero contigo no, Paco. Contigo tuve que experimentarlo. Y sigo lamentándome por ello. Y la culpa es mía, obviamente. Tantas veces que me decías que teníamos que quedar. Tantas veces que le dijiste a Vero y a los niños que a ver si quedabas conmigo. 

Y nunca lo hice, Paco. Nunca lo hice y te fuiste sin despedirme. Porque el "ocupado" era yo, y ambos lo sabíamos. Aquí no cabe aquello que pueden decir algunos de "él también podría haberte llamado". No, hijo, no, en esta ocasión, yo era el ocupado y él lo sabía. Era yo el que tenía que sacar tiempo. La llamada era mía, no suya.

La última conversación que tuve contigo fue en el pregón de la feria. Que me dijiste "al paso que vamos, nos veremos cuando la niña haga la mili". Sí, dijiste la "mili". Bromas tuyas, supuse.

Qué rabia, Paco, no haberte hecho caso en ese momento y haberte llamado en esos días. 

No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.

Yo sí.

Atrás quedaron nuestras charlas. Qué bien me lo pasaba contigo (pues no se nota, picha). La de horas que hemos pasado hablando de todo. Y cuántas cosas nos quedaron por decir. 

Gracias a ti, cuando veo a un cómico haciendo reír a alguien fuera de su trabajo, pienso en que por dentro se está encogiendo de hombros y diciendo "es lo que esperan de mí". Hacer reír aunque estés mal. Hacer sentir bien a la gente aunque tú mismo no estés en un buen día.

Cómo me gustaba estar contigo tomando un café y ver venir a alguien a saludarte y cambiarte la expresión. Lo mismo estábamos hablando de filosofía o sabe dios qué. Pero de repente, tu semblante cambiaba. De pronto eras Paco el actor cómico, el que tenía que hacer reír y divertir a esa persona que llegaba. La terraza se convertía en un escenario improvisado y tú, sin menearte, hacías tu espectáculo. 

Yo por dentro disfrutaba como un enano, Paco. Tú no lo sabías pero esos momentos los disfrutaba como un niño pequeño, porque estaba viendo a un gran artista haciendo su trabajo y transformarse en directo delante mía. 

Todo eso quedó atrás. Pero lo poco que hablamos te disfruté. Al menos me queda ese consuelo.


Y, bueno, por aquí todo genial. Mis padres bien, de vez en cuando hablamos de ti. Mi mujer y mis niños están muy bien. El niño te habría hecho gracia. El jodío tiene arte. Me harto de reír con él.

Y yo bien, tú sabes, con mi trabajo, disfrutando de mi familia e intentando aprender de mis errores.

Y creo que no me queda nada más. Tan sólo despedirme de ti como no pude hacerlo en vida, agradeciéndote todo lo que me dijiste; los buenos momentos que pasamos; los consejos que me diste; todo lo que hiciste por mí y lo que te ofreciste a hacer. Siento no haber podido ir contigo a Madrid a ver teatros, como me propusiste una vez. Siento no haber podido ir a verte de grabar algo. Siento la charlas y charlas que se quedaron en el tintero.

En definitiva, que gracias por todo, y que lo siento mucho.

Hasta siempre, amigo.

Comentarios

Entradas populares